
Imminence en Chile: un estallido de intensidad y belleza en “The Black Tour”
Fotografías por Sebastián López
Hay noches que trascienden la música. Noches donde el sonido además de golpear los tímpanos, penetra el esternón, sacude las costillas y remueve el alma. El domingo en el Teatro Cariola fue una de esas noches, cuando Imminence, los visionarios suecos del metalcore moderno, trajeron The Black Tour a tierras chilenas, acompañados por la furia extrema de Defragment y la majestuosidad progresiva de All Tomorrows.
A las 19:00 horas, las luces se apagaron y Defragment apareció como el primer golpe de advertencia. Treinta minutos de metal extremo e implacable que sirvieron como el ritual de invocación perfecto. Para el tercer tema, el público ya se había entregado. Cabezas oscilando al unísono. La propuesta extrema de la banda local no fue un mero calentamiento, sino que un aviso de lo que estaba por comenzar y un recordatorio de que el metal latinoamericano respira, sangra y golpea con la misma ferocidad que cualquier escena mundial.
A las 20:00, con un público cada vez más impaciente, sediento de más, All Tomorrows tomó el escenario y transformó el ambiente completo. El cambio fue palpable: del metal extremo a paisajes progresivos complejos, donde la técnica y la emoción crearon una danza hipnótica. Se notó, con cada canción y transición, la experiencia forjada en escenarios. La conexión fue inmediata. Con un sonido definido y una presencia escénica que exigía atención, la banda no solo tocó en el Cariola, sino que lo hizo suyo, lo reclamó como territorio conquistado.
Y entonces llegó el momento. Las 21:00 horas. El éxtasis colectivo alcanzó su punto de ebullición.
Cuando Imminence irrumpió en escena, el Teatro Cariola se convirtió en un vórtice emocional, un lugar donde la oscuridad y la luz colisionaron con una especie de furor sano y hermoso. Desde el primer segundo, la intensidad fue abrumadora. La banda desató tres canciones consecutivas como puñetazos al corazón: Temptation, Desolation y Heaven Shall Burn, sin respiro, sin piedad, sin concesiones. Eddie Berg, con su carisma y esa icónica inclinación hacia atrás (desafiando la gravedad y el sentido común), se convirtió en un conducto de energía pura mientras las guitarras gritaban con una potencia que hacía temblar los cimientos.
El setlist fue un ejercicio épico de dinámica emocional. Tras ese potente inicio, al quinto tema finalmente permitieron que el público respirara. Y entonces, algo mágico: la multitud coreó. Con Death by a Thousand Cuts se dió un respiro.
A mitad del show, Imminence demostró que son artistas realmente completos, con el poder de llevar al público entre olas de emociones. En este punto ya llegaron clásicos de la banda con Erase, Ghost e Infectious. Las transiciones armoniosas, acompañadas de una iluminación que evocaba misterio y melancolía, dieron paso a momentos de belleza desgarradora. Guitarras suaves pero distorsionadas crearon atmósferas etéreas, preparando el terreno para ese momento: el violín como protagonista.
En esta transición Eddie empuñó su violín, el escenario se transformó. Solo él, la madera, las cuerdas y un silencio reverente del público. Fue un momento de vulnerabilidad, de intimidad en medio del caos. El instrumento característico de Imminence, ese elemento que los separa de sus contemporáneos, sonó con una emotividad que erizó la piel y humedeció más de un ojo en la audiencia, dando paso a Harald Barrett y Alex Arnoldsson, para interpretar L’appel du vide, con un ambiente realmente íntimo.
El momento culmine del concierto llegó con God Fearing Man, con aquel coro que combina una fuerte instrumental, con la delicada melancolía del violín, cerrando con Death Shall Have No Dominion y The Black
No fue un show extenso, pero cada segundo contó. Cada canción fue un golpe de energía que solo el metalcore (en su forma más elevada) puede entregar.
Así fue como The Black, su más reciente álbum cobró vida en el Teatro Cariola. Fue una experiencia transformadora, un recordatorio del poder catártico de la música cuando es ejecutada con pasión y precisión. Defragment y All Tomorrow prepararon el terreno con autoridad, e Imminence entregó profundidad, una conexión emocional que seguirá resonando en quienes tuvieron el privilegio de estar presentes.
En una época donde el metalcore a menudo es acusado de fórmulas repetitivas, Imminence demostró que todavía hay espacio para la innovación.
Setlist:










































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